El
despertador no paraba de sonar en mi cabeza, pero no podía levantarme tan
pronto, no después de haberme acostado tan tarde la noche anterior corrigiendo
los ejercicios de mis alumnos. Finalmente, trastornada por el ruido del dichoso
gallo mañanero, le di un golpecito en mi sien para apagarlo y seguir con los
ojos cerrados un poco más.
Una
vez que estuve algo despejada, salí de la cápsula y el robot de cocina comenzó
a prepararme el desayuno. Esa mañana pensaba en un desayuno británico, y él,
siempre obediente a mis pensamientos puso sobre la mesa todo un banquete:
huevos, bacon, tostadas con mantequilla…
Fue
apenas unos segundos lo que tardé en engullirme aquel delicioso manjar con los
ojos, y menos todavía lo que tardé en devorarlo. Entré en el armario y, como mi
humor ese día no era demasiado alto, mi vestidos decidió escoger unos tejanos
color caqui y una blusa de color marrón. Así me encontraba yo, marrón…
El
traslado en bicicleta mejoró mi mañana: el aire libre, la lectura mañanera mientras
mi vehículo evitaba colisiones, sentir la brisa en mi rostro… todo parecía
haber cambiado de aspecto, también mi humor. Lo agradecí porque por el
contrario mi día de trabajo en la plantación de adolescentes sería insufrible…
La
bicicleta aparcó en un hueco insignificante en la entrada de la “Plantación
Nacional de Adolescentes”. Entré por la puerta y, enseguida, apareció mi tutor
virtual para comenzar la jornada laboral que duraría desde ese momento (las
11:00 horas) hasta las 14:00 horas. Verdaderamente era un proceso corto en el
tiempo pero agotador mentalmente.
Nada
más entrar encontramos ya a todos los adolescentes en la posición de
aprendizaje pasivo, que se trataba de estar sentados en una silla robótica en
la que se les insertaba unos conocimientos y ellos, por memoria fotográfica, es
decir, a partir de una cámara en la retina y que trasvasaba esa información al
cerebro, los aprendían. En ese momento, ella pidió a su tutor virtual que le
aconsejase un tema actual. Éste, con una voz entrecortada por su naturaleza
robótica m dijo:
-Yo
cre-o que un buen te-ma pa-ra es-ta ma-ña-na se-rí-a el de la na-tu-ra-le-za.
¿Cu-án-do cre-en e-llos que se ex -tin-gui-ra el úl-ti-mo pá-ja-ro?
Acepté
su ofrecimiento porque la verdad es que hacía semanas que no había visto pasar
ningún pájaro, de ningún tipo, desde la plaga acaecida a principios de ese mes
de Septubre.
De
ese modo, programó los contenidos en el ordenador principal y envió los datos a
las sillas robóticas que, inmediatamente, comenzaron a emitir un documental de
la naturaleza asiática de los años 90’.
Ella
se sentó y encendió su retina virtual.
-Noticias
del día en Toledo.- dijo en voz alta. Y, a las pocas décimas de segundos, tenía
toda la información que deseaba al alcance de sus ojos.
La
mañana se sucedió rápida para los adolescentes: documentales, entrevistas,
plagas del siglo XX y del siglo XXI… y también fue una mañana breve para mí
que, tras ver las noticias había decidido adelantarme trabajo para que no me
ocurriese lo de la noche pasada.
Sonó
la sirena en sus cabezas y cada uno de los alumnos se levantó a la vez y
abandonaron poco a poco y sin agolparse la plantación.
Salí
de la “Plantación Nacional de Adolescentes” y me dirigí a casa. Mañana sería
otro día pero hoy necesitaba un baño de espuma: eso aún no había cambiado.
¡Enhorabuena, Mary! Qué decir, me ha encantado. Es una versión muy fantacientífica, pero original y estupendamente redactada. Parece el principio de un cuento de lij.
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