domingo, 19 de mayo de 2013

Educación en el 2030

"No sé con qué armas se librará la Tercera Guerra Mundial,
pero en la Cuarta Guerra Mundial usarán palos y piedras".
Albert Einstein

Re-Aprendiendo a Aprender

          Todavía recuerdo aquel instituto de mi pueblo. Aquel en el que di mi última clase de Literatura Española. Aquel en el que tan buenos momentos pasé con aquellos diablos que se hacían llamar "alumnos míos"...

          Ahora, sentado en una piedra, cierro los ojos y dirijo mi rostro al Sol para templarme un poco. Si no me fallan los cálculos, tengo tiempo de parar unos momentos. ¿Qué le voy a hacer? Me gusta perderme en los recuerdos, a veces es todo lo que tengo.

           Así, revivo en mi cabeza cómo fue aquel 19 de mayo del 2030. Recuerdo exactamente cómo iba vestido, con pantalón vaquero, camiseta blanca con no-sé-qué motivo extraño en azul y la americana por encima. Llevaba debajo del brazo ese maravilloso e-book que tanto me acompañó y al que tanto añoro de aquellos tiempos, la tablet de hologramas en la que llevaba la información referente a las clases que impartiría ese día y la pequeña mochila en bandolera para las llaves, cartera o boli y libreta. Vamos, lo típico.

           Entré al aula directo a iniciar el programa de entorno virtual, así podría atender sus cuestiones mientras arrancaba y no perdería tiempo útil de clase. Efectivamente, me torpedearon a cuestiones sobre los acontecimientos de la más rabiosa actualidad que sus padres, excepto algún caso aislado, no les explicaban. Así, el debate habría sido interminable, pero yo quería dar mi clase, y a eso les insté prometiéndoles seguir una vez llegara el tiempo de descanso con aquél que quisiera.

           Pero ahora era el momento de estudiar un poco de poesía.

          De todas maneras no iba a dejar que estas almas cándidas (que me miraban con una mezcla del miedo del que desconoce el mañana y el respeto que sólo ellos saben otorgar a aquél que les trata de tú a tú) se quedaran sin un mínimo de ayuda para entender lo que en el mundo pasaba, así que introduje los datos de Carlos Álvarez en el simulador y todos pudieron acceder en sus pantallas líquidas a lo que yo había preparado. Siempre me gustaron estas pantallas desde su instalación en la clase, ya que permitían ver en las dos direcciones, por lo que ningún alumno podía desmadrarse sin que yo lo notara.
           La elección del poema, Lección de Historia, no había sido siguiendo las instrucciones del ministerio, obviamente. Desde que empecé como profesor dando tumbos de instituto en instituto había querido dotar a mis alumnos de algo más que la simple teoría para su día a día, así que, en aquellos momentos de incertidumbre, quise dejarles claro que, si bien la historia siempre se acababa repitiendo, igualmente volveríamos a resurgir.

           Así, empecé a explicarles todos los datos que ellos desconocían como, por ejemplo, quién fue Darío, dónde está Brunete y qué había sucedido allí, el por qué del Maratón que ellos conocían no se correspondía con el del texto... y tantas cosas más que no puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa al recordarlo. ¡Aquellos chavales estaban hambrientos de saber!

          Por eso fue que extraje toda la información que guardaba en mis archivos implantados. ¿Quién sabía si ese no sería el último día?

          Desgraciadamente, lo fue.
         No recuerdo cuántos de aquellos niños murieron esa misma noche en el ataque nuclear y las terribles consecuencias de los meses siguientes, pero los lloro a todos por igual porque todos murieron como niños ese día. 
          Ellos y muchos más. 
         Todos sabíamos que lo que había empezado iba a acabar de mala manera, que no era posible que hubiera vencedores en una cosa como aquella, pero los que no lo vieron fueron los de arriba, los que daban las órdenes. Ellos nunca ven nada. Desde arriba les ciega el Sol y sólo se miran entre ellos.

           A partir de ahí todo fue un infierno en la tierra. Apenas sobró una semana para que todo lo que el hombre había construido se derrumbara. La Semana de la Luz la llamamos ahora. El cielo estuvo iluminado por los misiles y las explosiones que éstos causaban allá donde estuvieran dirigidos. y eso fue todas partes. Todo el mundo tenía alguien que deseaba su destrucción y por eso fue imposible detener todos los ataques o encontrar un lugar que no fuera totalmente aniquilado.

           Después empezó la reconstrucción. El tratar de reformar una nueva vida sin tanto acceso a lo que antes nos había acompañado y aligerado la vida de trabajo. Volvíamos a los orígenes. Ha habido cosas que hemos tenido que hacer para poder asegurar el futuro de la comunidad, como cuando tuve que donar mi e-book para recuperar parte de la valiosa literatura que, habiéndose incendiado la biblioteca del pueblo, se había perdido para nosotros o cuando compartimos comida y ropa entre todos para poder asegurar nuestra supervivencia los primeros días.

          Ahora todos trabajamos en lo que más podemos aportar a la comunidad y yo, a mi edad, me veo relegado a tratar de acorralar al animal que mis compañeros atraigan hacia mi posición. No sirve sólo que enseñe lengua a los niños, tenemos que aportar algo, ser útiles.
          Por eso sé que algún día no seré lo suficientemente rápido ni fuerte para escapar a tiempo del animal, algún día me cogerá él a mí, pero ya se sabe lo que se dice, "unas veces te comes al oso... y otras el oso te come a ti". 
          

1 comentario:

  1. Me gusta mucho tu relato, ¡Antonio!, y a pesar de lo trágico que es. Me parecen muy interesantes las pinceladas filosóficas que dejas aparecer de vez en cuando, como cuando afirmas que no te ceñibas al curriculum marcado por el ministerio, o que los profesores de lengua tienen que enseñar algo útil a los alumnos, situaciones que no se producen en la actualidad. sin embargo, lo del e-book que guarda todos los libros de la biblioteca es un auténtico ataque a nuestro debate: ¿sigues con ello? ¡Enhorabuena!

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